Esta historia comienza en un campo de olivos cordobés, en Santaella. Bajo las raíces de la parcela de uso agrícola hay un tesoro expoliado: un busto del emperador Adriano (Itálica o Roma, 76-Bayas, 138). Premio lo suficientemente goloso como para atraer a los amigos de lo ajeno, que no faltaron a su cita, por supuesto. Sin embargo, como dice el refrán, «la policía [en este caso, la Guardia Civil] no es tonta»: se les cazó en una finca de Écija (Sevilla). Era verano de 2019. El sueño, o al menos la intención...