El fútbol mueve lo que mueve porque es así: imprevisible. Un partido que parece estar completamente decidido a favor de repente se da la vuelta y al final uno se queda con una cara que es un poema. O al revés, un encuentro en el que te ha tocado sufrir como un jabato de repente se da la vuelta y te regala una victoria de las que pueden cambiar la dinámica de un equipo por mucho tiempo.
Y eso último ya lo veremos con el paso de los días y las fechas, pero lo del Atlético en París fue básicamente eso...