Casi todos los nombramientos de ministros y otros funcionarios anunciados por el presidente electo de Estados Unidos, Donald Trump, han provocado una previsible ola de indignación mediática. Una parte de la histeria es atribuible a prejuicios partidistas muy arraigados; otra parte tiene que ver con inquietudes legítimas; y también hay pura tontería.
Pero en lo referido a la economía estadounidense, lo que más genera atención no son sus posibles designaciones, sino más bien sus posibles intentos de destitución.