En los últimos años, los aceites de semilla, como los de girasol y maíz, han sido objeto de un debate polarizado. Desde redes sociales hasta discursos políticos, han surgido acusaciones de que están "envenenando" a la población y contribuyendo a enfermedades crónicas. Críticos argumentan que el alto contenido de ácidos grasos omega-6 en los aceites de semilla podría aumentar la inflamación en el cuerpo, agravando afecciones como diabetes, obesidad y problemas cardiovasculares.
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