Hay libros que se comienzan a leer y no se puede parar y, además, se te quedan grabados en la piel. Hace más de cincuenta años comencé una tarde de viernes a leer el libro Éxodo, de Leon Uris, el cual había comprado en uno de los tenderetes de libros de segunda mano que estaban a un costado del Congreso Nacional, en Caracas. Recuerdo perfectamente sus palabras iniciales: “El avión se meció por la pista hasta pararse delante del enorme rótulo: BIENVENIDOS A CHIPRE.” Fue una espiral de la que no pude despegarme hasta dos días después.