Antes de convertirse en un aprendiz de narcotraficante, a Saúl le gustaba jugar con legos, era un niño más tratando de armar figuras con pequeñas piezas de colores, pero a los 12 años cambió ese juguete por un puro de marihuana; un año después empezó a vender drogas entre sus compañeros del colegio. Tres años después está internado en un centro de rehabilitación para menores adictos, por orden de un juez.
Los muchachos con los que convive son en su mayoría menores que el Patronato Nacional...