Aunque el miedo, el temor, el infortunio o la injusticia compartida supongan a menudo los fundamentos para el establecimiento de lazos de inquebrantable unión o solidaridad, no siempre es el caso. Es lo que ocurre con, por ejemplo, los esclavos en la antigua Roma. Pese a ser considerados poco más que objetos, no dejan de abundar las muestras de desconfianza, envidia, intolerancia y odio entre sus miembros, similares a las percibidas entre los libres. Sobre estas relaciones versa el apasionante «Esclavos...