No había sucedido nunca antes en la historia secular de la Iglesia, pero a Francisco esta consideración no le ha detenido para abrir la segunda Puerta Santa de este Jubileo en la cárcel de Rebibbia, la más grande de Italia, donde se apiñan más de 1.500 presos, algunos de ellos de alta peligrosidad.
El 26 de diciembre, a las nueve de una mañana clara pero fría, el Papa llegaba a este recinto carcelario situado a las afueras de Roma. Dio cinco golpes a la puerta de la capilla del Padrenuestro.