El poder político no se sacia fácilmente. Está en su naturaleza crecer, ensancharse, sobre todo si las debilidades del sistema o la indiferencia ciudadana se lo permiten. Las instituciones de la democracia deberían, por eso, ser diseñadas pensando en el peor de los gobernantes. Es lo prudente. El único poder sano y constructivo es el poder controlado.
¿Hacia dónde se expande? Uno de sus objetivos más apetecibles son las instituciones que tienen como función ponerle límites a su poder.