«Hice 30 entrevistas de trabajo en dos meses y nunca pasaba a la siguiente fase. Eso mina la moral; era consciente de que no jugaba con las mismas cartas que el resto de candidatos por mi tartamudez y es lógico que en una situación así acabes tirando la toalla», cuenta Rodrigo, quien prefiere relatar su historia desde el anonimato.
Aunque es solo una disfluencia del habla que no impide el desarrollo personal ni profesional, lo cierto es que las personas con tartamudez –en España son medio millón...