Le dicen el “Príncipe de los escándalos”. De pie junto a la imponente puerta de roble macizo, el príncipe Andrés de Inglaterra asiente y saluda a la bella morena mientras abandona la mansión de del pedófilo Jeffrey Epstein en Manhattan.
Parece completamente tranquilo, pero luego, por una fracción de segundo, mira alrededor de la puerta como para comprobar que nadie haya presenciado el breve encuentro. Como bien podría hacerlo.
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