"¿Qué hay en un nombre?", se pregunta una enamorada Julieta Capuleto, en la famosa obra de Shakespeare, ante la imposibilidad de estar con Romeo, que se apellida Montesco, los rivales de su familia. El dramaturgo inglés quería demostrar así que la importancia de la persona, o de una cosa, radica en sí misma y no en su nombre, y la frase se ha hecho muy popular con el tiempo. Hay otras denominaciones de ecos nada trágicos, pero capaces de transmitir también pasiones.
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